2004
El parque de diversiones
Anoche no pudo dormir por la emoción que revoloteaba en su pecho. Mañana ella iría con su hermana y su novio a la capital, precisamente a pasar el día en un parque de atracciones nuevo. Ella nunca había ido a ninguno, pero esta vez consiguió el consentimiento del padre con la condición de que fuera con su hermana, diez años mayor que ella, que la cuidaría y no la dejaría sola ni un segundo.
Su hermana, ni tonta que fuera, invitó a su novio y al hermano de este, de tal manera, que ella no estuviera sola y ni los molestara a ellos mientras se besuqueaban.
Al llegar al parque de atracciones sintió que se le salía el corazón por la boca, sus ojos no cabían en su cara del asombro y de su boca salió un descabellado y alargado: «Guaoooo», envuelto de entusiasmo y miedo a la vez por la cantidad de anuncios coloridos y luces multicolores que alumbraban los diferentes aparatos con los cuales soñó más de una noche.
Caminaban entre la multitud de personas, que gritaban y corrían a la vez para comprar los tickets a tiempo de montarse en ese preciso momento. Ella estaba como loca y atontada a la vez, las luces intermitentes y brillantes no la dejaban decidirse en cual aparato montarse primero. Su hermana impaciente le preguntó una y otra vez y ella no contestaba.
- Bueno, por fin, ¿Filo, en dónde te quieres montar? Tengo que comprar los tickets y hay mucha gente haciendo la cola en la taquilla. Decídete de una buena vez, le chilló molesta.
- Déjala un ratico tranquila, le susurró el novio. Está demasiado emocionada y eso no la deja decidirse.
- Por fin, dijo: «Yo quiero montarme en el trencito, en los pony, en el carrusel, en las tazas voladoras, en el tobogán de agua y de último en el túnel de las brujas.
Su hermana aburrida compró los tickets a los dos niños. Para ella y su novio, solo compró para montarse en la rueda gigante. Quería quedarse un buen rato a solas y en las alturas con su novio.
Filo se montó en todo lo que quiso y cuando le tocaba montarse en los carritos para hacer el viaje a través del túnel de las brujas sintió un miedo en la barriga, el hermano del novio de la hermana, le dijo: «No temas que yo te cuidaré». Ella sintió como que si un príncipe valiente la defendería de cualquier peligro.
Un grupo de muchachos se bajaron con caras pálidas y envueltas de pánico, Filo quiso devolverse a dónde estaba su hermana, pero su nuevo amigo la agarró y la ayudó a sentarse en el vagón de terciopelo rojo y amarillo. Un señor les pidió los tikets y aseguró la barra de metal sobre ellos. Filo no entendía el porqué de tanta seguridad y se sintió atrapada y sin salida.
Se agarró fuerte de la barra de metal, la cual estaba fría como un témpano de hielo y la hizo erizar por todo el cuerpo. Ella temiendo lo peor no quiso aflojar la barra y mientras se movía el vagón, salían por todas partes arañas, monstruos, esqueletos y brujas por todos los rincones envueltos de oscuridad. Estos lloraban y gritaban pidiendo auxilio. Filo se llevó las manos a los ojos y quiso que la pesadilla terminara pronto. No quiso gritar de pavor para no asustarse más y para no pasar como una tonta delante de su amigo.
Este se portó como un galán, le tomó las manos de Filo en las de él, se le acercó muy pero muy cerquita y le dijo: - «No temas, yo te cuido y protejo, no te pasará nada». Ella volteó el rostro para darle las gracias y en ese momento su amigo aprovechó el instante para estamparle un beso húmedo en sus labios. Eso hizo que a ella se le pasara el tiempo más rápido.
Salió del túnel de las brujas con las mejillas rojas, muda y con el corazón contento.