2012
Recuerdo de mis abuelos
Por parte de mi padre, mi abuela materna, vivió en casa con mis padres y hermanos, yo estaba muy pequeña cuando murió. Lo que sí sé que era super mandona y quería gobernar en la casa de mi mamá y eso ponía a mi madre de un mal humor, que mejor no lo cuento, bueno en realidad no tengo muchos detalles. Y mi abuelo paterno, no sé mucho de él, solo sé su nombre, no sé por qué no tuvimos mucho contacto con él, ni por qué no reconoció a todos sus hijos. Mi padre lleva el apellido de su madre.
Por parte de mi madre, su padre o sea mi abuelo paterno, no recuerdo mucho. Era flaco, blanco y muy poco comunicativo. Bueno en realidad creo haberlo visto dos o tres veces. Murió cuando yo tenía dieciocho años y el contacto con él no fue muy grande ya que vivió lejos de nosotros. De mi abuela materna si tengo bastantes y hermosos recuerdos.
Apartando las veces que a mi abuela materna le dio el asma, que fueron bastantes veces, que gritaba y llamaba a mi padre para que la auxiliara, los dos se entendían muy bien, puedo decir que ella fue para mí alguien muy especial. Olía a polvo Menen, usaba una crineja larguísima que le daba vueltas para hacerse un moño en forma de cebolla. No usó nunca pantalones, eso era para los hombres, siempre usó batolas con bolsillos grandes en donde guardaba caramelos Vaquita. Eso lo hacía porque quería que nosotros, sus nietos, metiéramos las manos en sus bolsillos y cogiéramos sus caramelos a escondidas, para luego irnos a mascarlos en silencio.
Nunca entendí y sigo sin entender la relación de mi madre con ella, siempre fueron muy distantes, casi ni hablaban. Cuando íbamos a comer, siempre el plato de mi querida abuela quedaba en la cocina, ella no se sentaba con nosotros a comer, siempre comía sola en la cocina.
También recuerdo los muchísimos momentos que me acostaba en su hamaca y esperaba que ella viniera y me hablara de pájaros, de montañas, de bosques. Cómo quisiera haber anotado todo para poder escribirlo ahora, pero en aquel entonces ni pensaba en escribir nada. Por ahora recuerdo su timbre de voz, pero no los relatos. No sé cómo vivió, ni cómo se separó de su esposo, ni cuánto tiempo estuvieron juntos, ni cómo fue su niñez, ni cómo fue a dar a nuestra casa y no tener un espacio para ella. A veces la veía triste andando sin andar, perdida sin saber dónde quedarse.
Recuerdo también que no le gustaba ver su novela preferida con nosotros, sino que se iba a donde los vecinos de al lado izquierdo de nuestra casa, porque nosotros éramos muy ruidosos y no la dejábamos escuchar nada.
Recuerdo que murió de un paro respiratorio por falta de oxígeno provocado por esa terrible asma que la acosaba y no la dejaba tranquila. Ese día apareció en mi cama una cucaracha muerta, sentí asco y premonición. Ese día mi madre trató de revivirla con alcohol y no lo logró, como tampoco logró decirle que le perdonara la indiferencia y soledad en la cual había vivido por tanto tiempo. Pero como dicen las malas lenguas, nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
Ella se fue, mi abuela, la que llamaba mami, me dejó bellos recuerdos, con secretos nuestros compartidos, de bombitas de Salbutanol para el asma prestadas a escondidas. Recuerdo su abanico, que me regaló un día pero que sería mío cuando ella muriera, éste lo guardé debajo de mi almohada de mi niñez y alguno de mis hermanos me lo quitó, pues desapareció sin poder encontrarlo en ninguna parte.