2012
Esencia de sus venas
Amaba los días calurosos, los períodos secos, sentir las tierras sedientas y percibir los días envueltos de humedad. Pronto vendrían las lluvias y, con ella, los perfumes de la naturaleza, el aroma mohoso y etéreo, característico a tierra mojada.
Violeta recuerda mucho los días de lluvias incesantes, junto al tintineo en el tejado y las ramas de los árboles, de mango y de aguacate, moviéndose con el viento; y, también, el despertar en su memoria, del sillón de respaldar grande, con pasamanos fuertes que la ayudaban a apoyarse, para buscar el oxígeno que reclamaban sus pulmones.
Muchas veces, el asma la invadió, ya era como una rutina sentarse en el mismo sillón que la acompañaba en sus momentos de soledad, de tristeza y de amargura. Esa aflicción la sentía, Violeta, porque sus hermanos, cada vez que llovía torrencialmente, se vestían con sus trajes de baño, colocaban el champú y el jabón cerca de ellos, para aprovechar toda esa agua maravillosa y bañarse, justamente, en el patio de la casa, en donde estaba situado el sillón para la asmática. Esos días, la mirada de ella era intensa y hacía contraste con la ilusión desmedida de ser uno de sus hermanos.
Ella no tenía permiso para bañarse bajo la lluvia, su mamá pensaba que corría el riesgo de enfermarse. Desde su sillón, Violeta veía la mar de niños que jugaban con las burbujas del champú en sus cabellos; estos se hacían unos peinados al estilo de antaño, con moňos y lazos de cinta de diversos colores y arreglados, de tal forma, que asemejaban árboles con pajarillos posados en sus ramas. El olor a tierra mojada dilataba sus párpados y su perfume circulaba por todo su cuerpo.
Aquellos días, los recuerda, como agujas punzantes en su alma, como espinas de rosas rojas invadiendo sus deseos. Todos esos olores los tiene grabados en su memoria y, cada vez, que ve caer la lluvia, desde otro sillón, situado en otro patio, se divierte con el agua que cae en su rostro y lava sus recuerdos; ya no le importa si se enferma ni tiene a nadie que le reprima sus deseos, ya se puede cuidar ella sola y, sobre todo, gozar de la frescura de la lluvia y del olor a tierra mojada, esencia de sus venas.