2013
Dar vida a un folio en blanco
Te veo tan blanco y vacío que me da miedo; el bolígrafo entre mis dedos me empuja a llenarte y a hacerte cosquillas. El deseo de darte vida y verte lleno de jeroglíficos me envalentona y a medida que relajo mi mano, mi alma comienza a hablar por sí sola. Por muy poco tiempo, claro, se quedan allí mis musas dictándome lo que viene después, pero me abandonan tan rápido, que no me da tiempo de llenar el folio en blanco que está enfrente de mí.
Ese tiempo que me deja en blanco, es como ver caer la nieve desde la ventana del comedor, es querer dar vida al mapa de mi historia. Así, comienzo con los primeros tumbos, con los pasos iniciales, antes de caminar por el sendero de la vida. Vida que necesita de muchos matices, tropiezos y sin sabores, para llenar el océano en donde nadará la historia que comienzas. Cada folio es una parte de mi vida, mi niñez narrada con alegría, con juegos, con canciones, con arrullos de la abuela, quien cargaba los bolsillos de su camisón llenos de caramelos vaquita.
Seguidamente, las ganas locas de hacerme adulto van llenando mis folios y la familia pasa a representar el estorbo, del cual quieres esfumarte y seguir el rumbo. Los amigos, en ese momento, son los que le dan más colorido a esos folios de la adolescencia. Las parrandas, los bailes, la primera mirada furtiva, el deseo de lo prohibido; es la época más preciosa de todo mortal, que nunca repite.
Cuando el mapa va por la mitad y los folios son muchos, comienza el sueño de lo vivido, regresa la nostalgia de un pasado que fue solo alegrías y compañías. Ahora, ya no hay nada más, el mapa surcó el Atlántico y con sus espumas se fueron las caricias familiares y el jolgorio de los amigos. La soledad escose el llanto y ahoga en lamentos. ¿Qué habría sido de esta historia si hubiese tenido otro destino?
El pergamino donde tracé el mapa de esta historia tuvo otro rumbo, se volvió viejo y arrugado… Me mostró otra cara, otra brisa, con otra sinfonía de presagios y augurios imposible de comparar con el trino y el gorjeo de las aves de mi tierra; todo suena a estruendo y el alma se me quiebra, debido a la soledad, estos folios ya no podrán gritar de alegría, sino que seguirán en la añoranza perdida.