2014

La caída

La caída

Venía de regreso del supermercado. Esperaba en la parada del tranvía, a lo lejos vi como el tranvía número seis entraba en la calle y frenaba, abrió sus puertas y entré junto a otros pasajeros. Me recosté del lado opuesto a la entrada. Las puertas comenzaron a cerrarse, el pito de que el tranvía continuaría su camino resonó en mis oídos. Una señora tratando de entrar en el último momento, ya tenía medio cuerpo adentro y debido al impacto que hicieron las puertas sobre su cuerpo cayó de frente al pavimento, rebotó sin más.

Las puertas se abrieron, oí como si un crujido de huesos viejos sonaba en mi cabeza, yo salí del tranvía para ayudarla. Traté de levantarla y no podía, pesaba mucho, lo intenté de varias maneras, ella me veía con ojos saltones, yo no hablaba, solo quería levantarla. Le metí mis brazos por debajo de los suyos, ¡Uff, cómo pesaba! La impulsaba hacia arriba y nada, luego a sus espaldas y no se movía ni un milímetro del suelo. La gente dentro del tranvía me miraba, el chófer no arrancaba, la sangre me hervía, sudaba. Un grito salió de mi garganta mientras mis manos gesticulaban pidiendo ayuda: «Por favor que alguien me ayude a levantarla». En eso salió una mujer y entre las dos levantamos del pavimento a la pobre mujer.

La subimos al tranvía, este cerró sus puertas, el silencio dentro pesaba, era como si todo pasara a cámara lenta. Yo la ayudé a sentarse, ella estaba como aturdida o perdida, como si no supiera qué le había pasado, una hilera de sangre salía de su fosa nasal izquierda. Mientras, ella buscaba algo en su bolso. Pensé que sería un papel para limpiarse y le entregué uno de los míos.

La señora sacó un espejo diminuto. Se miraba en él con ojos desorbitados, como si quisieran decir algo, pero no le salió nada de su boca. Creo que buscaba reconocerse en sus retinas. Allí la dejé, ausente, sin saber qué le pasó y por qué se encontraba allí.

Yo he pensado mucho en ella, espero que haya llegado a su casa, que haya reconocido su sitio y a la gente a su alrededor.