2014
Valeria
Había una niña chiquitica que aún no sabía gatear y, por supuesto, mucho menos caminar. Todos los días su mamá después de darle el desayuno la dejaba sobre una manta suavecita en el salón de la casa junto a sus juguetes. Un día la mamá que se encontraba en la cocina lavando los platos oye un ruido como un gruñido: «іGrum, grum, gruahhh!». Se saca las manos en el delantal mientras sale corriendo hacia la sala, para ver si le ha pasado algo a la niña.
La mamá encuentra a Valeria de cuatro patas, moviendo el cuerpo hacia adelante y hacia atrás, sin despegar las manos ni las rodillas de la manta. Era como si Valeria quisiera caminar antes de gatear. Valeria de lo roja que estaban sus mejillas parecía un globo a punto de explotar. Este espectáculo estuvo sucediendo los días siguientes, por más de una semana y los gruñidos cada vez eran más desesperantes.
Un día la mamá coge a Valeria en brazos y le dice: - Si tú quieres caminar primero tienes que aprender a gatear. Te ayudaré un poco mi pequeña gruñona. La colocó sobre la manta y con la paciencia que siempre caracteriza a las madres, bueno, a veces, le agarró una mano y una pierna, se las movió al mismo tiempo hacia adelante y Valeria cayó de bruces. Su mamá la levanta y la vuelve a colocar de manera de que vuelva a intentarlo. Y así pasaron un buen rato hasta que ambas quedaron agotadas tiradas sobre la manta y se adormecieron.
Al día siguiente volvieron a practicar y así muchos días más. Hasta que la madre tuvo la idea de colocar los juguetes preferidos de Valeria un poco alejados con la intención de que ella se moviera a buscarlos. Pasaron muchas lunas y ya los gruñidos no eran tan fuertes porque venían acompañados de lágrimas que inundaban la estancia y hacían más difícil el movimiento. Pero para eso estaba la mamá para secar el piso y darle a Valeria la oportunidad de seguir practicando sin llegar a ahogarse en sus propias lágrimas.
Como su nombre lo indica, Valeria se fue llenando cada día de más valor y tesón, los gruñidos y las lágrimas fueron desapareciendo. Hasta que llegó el día más esperado y feliz para ambas. La mamá de Valeria oye un sonido de tacos de madera y va corriendo hacia el salón y encuentra a su hija con una sonrisa de oreja a oreja con un taco de madera en el pañal, otro sobre la cabeza y otro que comenzó a chupar con delicia.