Días soleados, pero no tanto, con temperaturas entre los 25-28 grados Celsius, sería lo mejor.

Con una primavera perenne, siempre verde y envuelta de color por los narcisos, tulipanes, las azaleas, los geranios, las rosas.

Llovería un día sí y el otro no para ayudar que los robles, arces, fresnos, abedules, álamos, secuoyas crezcan, cobijen en sus ramas a todos los pasantes y a los pájaros. Además de no gastar agua en el regado, pues se haría posible con la lluvia.

Habría de noche un viento fresco para salir a la calle o al sendero del bosque a dar un paseo y saludar por el camino a los vecinos.

Me la pasaría afuera mimetizando con la naturaleza, convirtiéndome en árbol, uno de los robustos, para ser utilizada para imprimir libros de manera que me leyeran en cada aroma de la historia.