2018

El llanto y la risa

El llanto y la risa

Ella, Ana María, corrió por el bosque en busca de una tranquilidad que solo los árboles alrededor de su casa le podían dar.

Salió corriendo de la cocina en donde se encontraba, traspasó el umbral del comedor y salió disparada como flecha al bosque.

Ese bosque que la miraba cada día al despertar desde su ventana, desde hace mucho tiempo que la llama. No esperó, esta vez, por nada y se dejó llevar por esa sensación.

Ese día había discutido con su esposo, este cada día era más insoportable, no la dejaba hablar, no la dejaba opinar nada, ella ya se estaba cansando de ser y hacer todo como él lo quería, lo que gritaba a cada momento.

Así que se fue al bosque, corrió, corrió como si llevara alas en los pies, como si su alma la empujara cada vez más adentro y ella se dejó.

Esa sensación de no ser nada ni nadie desde hace tanto tiempo la mantenía paralizada y sin ánimos de vivir. Por eso al llegar al bosque lloró, lloró y lloró tanto que sus lágrimas alimentaron el riachuelo, el nivel de este comenzó a subir, se resbaló y se dejó llevar por este.

En el camino veía como los árboles la saludaban con gesto amable y la invitaron a adentrarse cada vez más en el bosque. Ella sintió miedo, se agarró de una rama y pudo salir con la ayuda de esta. Allí junto a la sombra de un árbol comenzó a respirar profundo y suave para calmar su angustia.

La idea de dejarlo todo por el alivio de estar sola y a sus anchas, era lo que le revoloteaba en su mente desde hace más de diez años. Vivir su vida, sin que nadie le dijera que tenía que hacer o cómo debía hacerlo. Ella quería ser ella misma.

Cerró sus ojos por un tiempo y al cabo de un rato sintió ruidos de unas ramas, abrió los ojos y estaba rodeada de osos gigantes parados en dos patas, parecían personas. Se asustó, se tapó los ojos pensando que era un sueño y que si volvía a abrirlos ya estos osos no estarían allí. No fue así, había mayor cantidad osos que se acercaban más y más. Tanto así que ella se dejó agarrar con sus patas y sus pezuñas la cosquilleaban y comenzó a reírse.

Ella, Ana María, rio tanto que le salían lágrimas que bañaban su cuerpo y mojaban a los osos sus patas. Ellos extrañados por su actitud la soltaron y ella cayó en su cama de sopetón. A su lado estaba su esposo tomándola de la mano y preguntando qué soñaba que al principio lloraba y al final reía…