He estado pensando que para escribir acerca del lugar de donde eres, se debería vivir allí toda la vida. Y ese no es mi caso porque me fui de allí, los olores se me pierden y las rutinas también. No podría saber ni con los ojos cerrados a qué olía la cocina de mis viejos, quizá a plátano frito, a cachapas con queso de mano, a frijoles, a ají dulce, a recuerdos de mucha gente, ruido y risas.

Y las calles a qué olían... a polvo, a tierra mojada, a lluvia, a mangos.

A veces, hay cosas inconfundibles en los rincones de mi memoria.