Varios hombres peleaban por algo que habían encontrado en el bosque. Regresaban corriendo para ocultarse de otros hombres que los perseguían. Hubo un tiroteo al frente de mi casa. Uno de los hombres se escapó cojeando y se metió en el jardín de mi casa, llevaba en la mano un candelabro de color negro, parecía muy antiguo.

Se lanzó de cabeza en mi piscina y no salió más. Yo esperaba que saliera de allí al poco tiempo, pero resultó que no... Me intrigaba saber cómo logró vivir sin que su cuerpo fuera encontrado en la superficie de la piscina.

Mucha gente se hacía preguntas sin encontrar respuestas plausibles. Todas nadaban en mi piscina sin permiso mío y yo no entendía nada.

La semana siguiente llegó un equipo de buceo y se adentró a la piscina para averiguar qué había pasado con el hombre del candelabro. Uno de ellos salió a la media hora diciendo que abajo habían encontrado un pasadizo secreto y que tenían que regresar con un equipo más sofisticado para mantenerse más tiempo abajo.

En ese tiempo que no estuvieron yo decidí bajar con mi equipo de buceo y averiguar con mis propios ojos. El agua se fue tornando marrón, divisé una escalera con muchos soportes metálicos, llegué hasta el final y de un impulso fui a parar a la grama del jardín del vecino que me esperaba con el candelabro en la mano.

No supe más de mí porque el golpe que recibí en la cabeza me dejó sin conocimiento de causa y el efecto fue que ya no recordaba por qué estaba allí y ni sabía cómo me llamaba.

Oí la voz de una persona que me hablaba con ternura y me invitaba a tomarme un té y sobre la mesa había un candelabro negro, que me dijeron que era del siglo XIX y que pertenecía a los abuelos de mis tatarabuelos.