2023

Nostalgia

Nostalgia

Estábamos a finales de los noventa con cambio de piel, de lugar y de siglo. Todo se presentó de la nada con miedos que no cesaban y también con alegrías internas por lo nuevo.

No sabría decir cómo comenzó todo, porque cada vez que lo pienso el pecho se me inunda de clavijas que atenazan mi existencia.

Decidí saltar a la aventura, con hijos pequeños, sin pensármelo mucho, sino en estar juntos en familia a pesar de lo lejos que nos íbamos, sin familiares materno-paterno, sin saber hablar el idioma y sin entender la cultura de lo que se nos avecinaba.

Me hice la fuerte, un poco más, siento que todo lo puedo o me lo hicieron creer todos los que les gusta opinar sin saberse en mi propio pellejo.

Es que se nos va la vida queriendo agradar a los otros, según sus opiniones sin que tomen las nuestras en cuenta. Otros hablan de ti en tu ausencia, tú te enteras y casi te lo crees, lo haces tuyo. Es que te enteras porque la tecnología ha hecho posible estar en muchos lugares a la vez, postear un mensaje en WhatsApp, meter una foto en el estatus y ya se entera un montón de personas por donde andas, qué haces, a qué te dedicas y con eso se puede crear una miríada de historias que no son tuyas, son de los otros, pero que las haces tuyas sin darte cuenta.

He tratado de que las redes no me absorban y no he podido, lo he intentado muchas veces. Tuve que sacarme una cuenta en Facebook para saber de la familia, ya nadie hablaba por teléfono, sino que se encargaba de meter su vida sin filtro en esa red.

Luego el Instagram se adueñó de mí, sin saberlo creé una cuenta para mis poemas y me acorralé tanto que ya ni hablaba, me la pasaba metida viendo los likes, las caritas con corazones, sin saber si gustaba lo escrito o la foto. Tuve que dejarlo por un tiempo, coloqué la cuenta privada para que solo yo fuera la que decidiera a quién aceptar y a quién no, porque ya no dormía, ya no era yo, era la otra yo esperando los comentarios, la fuerte, la que aguanta callado.

Dejé los poemas, me encerré más de la cuenta y creé otra cuenta con mis pañuelos de seda, con esta he ido poco a poco, la dejé abierta al público, pero acepto solo a las personas que pintan, que dibujan, las que hacen arte a mi gusto. Y la verdad es que no me he sentido tan agobiada. Ahora puedo revisar sin esperar los likes, aunque confieso que me gustaría saber qué es lo que gusta.

Definitivamente este mundo se ha comercializado tanto que muchas personas se han vuelto más competentes, más influyentes, más a la moda. Que, si no tienes un montón de likes o de seguidores eres un cualquiera, sin título ni nombre.

Así me llamo ahora desde que apareció muy pomposa delante de mí, Nostalgia. Ya tengo bastante con esa sensación de ser nadie y encontrarme en un sitio que me dice mucho, pero que, a ratos, me deja llevar por lo de antaño.